En el Colegio México Roma, educar no es solo impartir conocimientos; es formar seres humanos con valores, empatía y compromiso. Esta visión nace del legado de Marcelino Champagnat, fundador de los Hermanos Maristas, quien dedicó su vida a la educación de niños y jóvenes con amor, sencillez y espíritu de servicio.
Su ejemplo sigue presente en nuestras aulas, en el trato cercano con cada alumno y en una misión educativa que forma con el corazón.
¿Quién fue Marcelino Champagnat?
Marcelino Champagnat fue un sacerdote francés que, movido por su profunda fe y sensibilidad hacia los más necesitados, fundó la congregación de los Hermanos Maristas en el siglo XIX. Su convicción era clara: “Para educar bien, hay que amar.” Con esa premisa, dedicó su vida a formar jóvenes integrales, capaces de transformar su entorno.
Su modelo de educación iba más allá de los libros. Enseñaba con el ejemplo, fomentaba la fraternidad y guiaba a cada estudiante como si fuera parte de su propia familia.
Su legado en nuestro colegio
En el Colegio México Roma, el espíritu de Marcelino se refleja en cada rincón. Su legado vive en nuestras aulas a través de una educación que combina excelencia académica con formación en valores, espiritualidad, servicio y cercanía.
Educamos con alegría, promovemos la comunidad, fomentamos la solidaridad y acompañamos a cada estudiante para que descubra sus talentos y los ponga al servicio de los demás. Aquí, cada niño y joven se siente escuchado, valorado y parte de una gran familia marista.
Formar con el corazón: nuestro compromiso
Guiados por el ejemplo de Marcelino Champagnat, nuestro compromiso es formar no solo buenos estudiantes, sino buenas personas. En un mundo que cambia constantemente, necesitamos líderes con sensibilidad humana, preparados para construir un futuro con justicia, paz y empatía.
Por eso, en cada clase, actividad o proyecto, sembramos en nuestros alumnos el deseo de aprender, servir y crecer con sentido.
Una herencia que transforma
El legado de Marcelino Champagnat no pertenece al pasado. Está presente en cada acción, en cada gesto de acompañamiento, en cada esfuerzo por brindar una educación humana y transformadora.
Porque educar no es solo enseñar, es transformar vidas con amor, fe y compromiso. Así lo soñó Marcelino, y así lo vivimos cada día en el Colegio México Roma.